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La naturaleza cuida nuestro estado de ánimo

 

 

La naturaleza alimenta el cuerpo y sostiene el alma. El ruido mental y la velocidad del mundo moderno parecen arrollarnos, las plantas aromáticas emergen como aliadas silenciosas y profundas.

La naturaleza tiene ingredientes que son memoria viva de nuestra historia evolutiva, son medicina emocional, y también son una invitación a reconectar con lo esencial.

Las esencias florales, especialmente las Flores de Bach, son ampliamente utilizadas para apoyar el rendimiento profesional, ya que ayudan a gestionar emociones como el estrés, la falta de concentración, la inseguridad y el agotamiento mental o físico.

Hoy más que nunca, necesitamos recuperar el diálogo con la naturaleza. Y las plantas, con sus aromas, colores y propiedades terapéuticas, son el lenguaje perfecto para hacerlo.

 

Las plantas como guardianas de la salud emocional

 

Desde tiempos ancestrales, las civilizaciones han recurrido a las plantas para tratar enfermedades, tanto físicas como anímicas. En el Mediterráneo, dos de las más veneradas son el tomillo y el romero. Usadas durante siglos en infusiones, cataplasmas, baños y recetas, ambas han demostrado tener propiedades antisépticas, antiinflamatorias y tonificantes. Pero más allá de lo físico, las plantas tienen un impacto emocional que la ciencia empieza a reconocer y medir.

La lavanda, por ejemplo, es rica en linalol, un compuesto que actúa directamente sobre los receptores GABA del sistema nervioso, calmando la mente y reduciendo la ansiedad. La melisa, también conocida como toronjil, ayuda a equilibrar el sistema nervioso autónomo y favorece el descanso profundo. Otras como la salvia, la hierbaluisa o el hipérico (hierba de San Juan) tienen efectos neuroprotectores, sedantes, e incluso antidepresivos.

 

Más allá del cuerpo

Una infusión no es solo una bebida caliente. Es un ritual. Es tiempo para detenerse, oler, preparar, respirar. Es un gesto que comunica cuidado.

María Puig, especialista en fitoterapia y líder del proyecto Aròmic, lo expresa con una claridad poética, en una entrevista que escuchamos: “Las plantas actúan a nivel físico, emocional y energético. Hay que olerlas antes de tomarlas: ya en ese instante empiezan a actuar sobre el sistema límbico, la parte del cerebro que gestiona las emociones”.

Desde su experiencia como agricultora, artesana e investigadora, María Puig defiende el uso de las plantas como una forma de reconexión con lo sutil, con lo esencial, con lo verdaderamente humano. “Solo con olerlas ya siento su efecto. Me calman, me concentran, me dan paz. Son mis aliadas”, confiesa.

Y no es un discurso basado solo en creencias o intuiciones: cada vez más estudios científicos avalan lo que las abuelas ya sabían.

Aleix Pàmies, dietista especializado en suplementación ortomolecular, lo afirma con convicción: “La salud no es solo química, también es energía, emoción y conexión con la naturaleza. Necesitamos una mirada más integrativa”.

 

Escuchar el cuerpo, sintonizar con la planta

No hay fórmulas mágicas universales. Una misma planta puede tener efectos distintos en distintas personas, según la relación emocional que tengamos con su aroma, con su historia o incluso con nuestros recuerdos. Una lavanda puede ser sedante para la mayoría, pero si a alguien le recuerda a una experiencia negativa, su efecto será opuesto. Por eso, el primer paso no es beber, sino oler.

Es lo que la fitoterapia holística propone: dejar que la planta actúe en diálogo con nuestro estado interno. Que no cure solo síntomas, sino que acompañe procesos.

En ese sentido, el hipérico es una planta reveladora. Su flor amarilla, solar, nace cerca del solsticio de verano, el día más largo del año. Crece al borde de los caminos, donde la tierra ha sido maltratada. Es una planta “de los golpes” —físicos y emocionales—.

El doctor Miquel Masgrau recuerda cómo una campesina curó el pisotón de una vaca con esta hierba. Su uso extendido en Alemania ha demostrado ser eficaz en casos de depresión leve y moderada. La naturaleza nos ofrece, literalmente, lo que necesitamos, donde más lo necesitamos.

 

Las emociones tienen plantas compañeras

 

¿Ansiedad? ¿Apatía? ¿Fatiga mental? ¿Tensión emocional? La lista es larga, pero también lo es el herbolario natural que nos acompaña:

Para la ansiedad y el nerviosismo, destacan la melisa, la lavanda, la tila, la pasiflora y el azahar.

En momentos de tristeza o desánimo, el hipérico y la rosa ayudan a suavizar los días grises.

Frente a la fatiga mental, el romero, la salvia y la menta estimulan sin alterar.

Para recuperar la calma interior, las flores de naranjo o el olor de la camamila nos invitan a la pausa.

Y si queremos diseñar una infusión para atravesar una mudanza —que, según estudios, es la segunda causa de estrés más frecuente—, en algunas ocasiones se sugiere combinar lavanda, melisa, tila y un toque de rosa. Eso sí, no evitará cargar cajas, pero sí que ayudará a hacerlo desde otro estado interior.

 

Lo que hay en la cocina también puede sanar

El doctor Masgrau lo dice sin rodeos en una entrevista: “Lo mejor es buscar tú mismo la planta. Muchas están en la cocina, en el huerto o en la montaña. Solo el acto de ir a recolectarlas ya es terapéutico. La alimentación y la medicina no están separadas: todo es remedio si sabemos observar”.

Ajo, cebolla, jengibre… condimentos que usamos a diario y que, bien empleados, son potentes aliados para la salud. Pero también debemos ser conscientes de la calidad. Una planta marrón en una bolsita de supermercado ha perdido todos sus principios activos. Una planta debe estar recolectada en el año, secada a baja temperatura, sin oxidarse, conservando sus principios. Una infusión no funciona si lo que tomamos es materia vegetal muerta.

Por eso, desde su proyecto, cultivan, recolectan, secan y envasan artesanalmente. Y etiquetan a mano, en catalán, defendiendo no solo la calidad del producto, sino también su arraigo cultural y ecológico.

 

Las infusiones como prevención

En tiempos de sobreprescripción y medicalización excesiva de la vida cotidiana, conviene recordar que las plantas también pueden ser una forma de prevención. No sustituyen los tratamientos farmacológicos cuando son necesarios, pero sí pueden evitar llegar a ese punto. Como decían los médicos de la antigua China, el buen médico es el que previene la enfermedad, no el que la cura.

Consejos que leemos: “Una infusión tres veces al día durante un momento de estrés concreto puede marcar la diferencia. Y si estamos en una etapa más larga de inestabilidad emocional, conviene hacer un tratamiento de al menos más de 30 días para sentir su efecto de forma más potente”.

 

Cultivar salud, no combatir enfermedades

Quizá el mayor aprendizaje que podemos extraer de este reencuentro con las plantas sea este: no se trata de combatir, sino de nutrir. De alimentar el cuerpo, la mente y el alma desde la salud, no desde el miedo a la enfermedad. De volver a mirar la naturaleza no como un recurso que extraemos, sino como un vínculo que cultivamos.

La naturaleza tiene memoria. Nosotros también. Y cuando las dos se encuentran, algo en nosotros florece.

 

Esencias florales

El sistema floral más conocido a nivel internacional es el desarrollado por el Dr. Edward Bach en la década de 1930. Médico y bacteriólogo, Bach formuló 38 esencias florales destinadas a tratar diferentes estados emocionales como la preocupación excesiva, la inseguridad, la tristeza, la impaciencia o el miedo. Su planteamiento partía de una visión holística del individuo, en la que la enfermedad física es consecuencia de un desequilibrio emocional.

Estas esencias, entre ellas Rescue Remedy —una combinación para situaciones de crisis—, siguen siendo ampliamente utilizadas en todo el mundo por profesionales de la salud integrativa, psicoterapeutas y personas que buscan una herramienta sencilla y respetuosa para gestionar emociones. Con el paso del tiempo, distintos territorios y tradiciones han ampliado y enriquecido el repertorio original del Dr. Bach.

En América Latina, por ejemplo, han surgido sistemas florales como las Esencias Florales de California, las del Desierto de Arizona, las esencias andinas o las del Amazonas, cada una adaptada a las realidades culturales, botánicas y emocionales del entorno. Del mismo modo, en Europa existen sistemas contemporáneos como las esencias de Findhorn (Escocia) o del Mediterráneo. Esta evolución refleja que las flores tienen un potencial terapéutico contextual, en diálogo con el ecosistema físico y humano donde crecen.

En este sentido, el uso de esencias florales no responde a un enfoque cerrado o dogmático, sino a una práctica viva, en expansión y en constante revisión. Lo importante no es solo la flor en sí, sino la capacidad que tiene de resonar con un estado emocional específico en una persona concreta, en un momento determinado. De ahí la importancia de la escucha, la formación y la personalización del acompañamiento. En el marco del bienestar organizacional, cada vez más empresas incorporan estas herramientas como parte de sus estrategias de salud emocional, favoreciendo un ambiente laboral más equilibrado y consciente.

Las esencias florales constituyen una herramienta terapéutica utilizada para acompañar procesos emocionales desde un enfoque vibracional. A diferencia de las plantas medicinales o los aceites esenciales, no contienen principios activos químicos, sino que se elaboran a partir de la energía sutil de las flores mediante métodos como la solarización. Su uso se ha extendido en el ámbito de la salud integrativa por su capacidad para actuar sobre estados emocionales persistentes como la ansiedad, el miedo, la apatía, el estrés o la falta de enfoque.

Las esencias florales, como las del sistema Bach o las desarrolladas en otras regiones, no sustituyen tratamientos médicos ni psicológicos, pero pueden complementar el trabajo terapéutico al facilitar la toma de conciencia emocional y promover respuestas adaptativas más equilibradas. Su mecanismo de acción no se explica desde la farmacología convencional, estudios en psicología clínica y campos como la psiconeuroinmunología empiezan a valorar su efecto en procesos de regulación emocional, especialmente cuando se integran dentro de estrategias de intervención holística.

En el contexto actual, donde aumentan los trastornos ligados al malestar emocional, las esencias florales ofrecen un recurso no invasivo y seguro para acompañar de forma preventiva o complementaria.

 

Un botiquín natural para reconectar con lo esencial

 

Volver a las plantas es una forma de avanzar con conocimiento. Es recordar que la salud también es escucha, descanso, aroma, conexión.

Una infusión caliente puede ser una pausa reparadora, un paseo por el bosque puede ofrecernos claridad mental y una esencia floral puede ayudarnos a identificar y gestionar estados emocionales que afectan a nuestro desempeño diario.

En Innovia Life LATAM & Spain, reconocemos el valor de integrar estos recursos en entornos profesionales. Por eso, disponemos de un espacio  “La esencia del rendimiento, donde promovemos la conexión entre la actividad laboral, el bienestar emocional y el apoyo que ofrece la naturaleza.
Desde las esencias florales, facilitamos herramientas para desarrollar una cultura de salud integral basada en la prevención, la autorregulación y el equilibrio mente-cuerpo.

Si tu organización busca nuevas formas entender el rendimiento de los equipos, podemos acompañarte, contacta aquí.

 

“Que no te engañen, no hay milagros en la Terapia Floral.
Hay constancia, tiempo y esencias florales.”

Rosa Rodríguez (facilitadora en Innovia Life LATAM &Spain